Es
una antigua broma decir que "Fulano quedaría mudo si se le ataran
las manos". Sin embargo es cierto que todos estaríamos bastante
incómodos si nos forzaran a no realizar los pequeños movimientos con
que acompañamos e ilustramos nuestras palabras.
La
mayoría de las personas son conscientes del movimiento de las manos de
los demás, pero en general lo ignoran, dando por sentado que no se
trata más que de gestos sin sentido. Sin embargo los gestos comunican.
A veces contribuyen a esclarecer, especialmente cuando el mensaje verbal
no es claro. En otros momentos, pueden revelar emociones de manera
involuntaria. Las manos fuertemente apretadas o las que juguetean
constituyen claves sobre la tensión que otras personas pueden notar en
nosotros. Un gesto puede ser tan evidentemente funcional, que su sentido
exacto es inconfundible. En una película, experimental, una mujer se
cubría los ojos cada vez que hablaba de algo que la avergonzaba. Cuando
discutía su relación con el terapeuta, se acomodaba la pollera.
Algunos
de los gestos más comunes están íntimamente relacionados con el
lenguaje, como formas de ilustrar o enfatizar lo que se dice. Hay gestos
que señalan ciertas cosas y otros que sugieren distancias. "Se
acercó un tanto así..." o direcciones: "Debemos movernos más
allá". Algunos representan un movimiento corporal (blandir el puño
o hacer juegos malabares) y otros delinean una forma o tamaño en el
aire. Otros gestos subrayan las etapas durante el desarrollo de una
narración: "Entonces se sentó y entonces dijo..."
Cada
individuo posee su propio estilo de gesticular y en cierto modo el
estilo de una persona revela su cultura. En Estados Unidos, los gestos
frecuentemente revelan el origen étnico de un individuo ya que cada
cultura posee sus propios movimientos corporales, distintivos, y el
estilo es más persistente que un "acento" extranjero o un
dialecto. Los expertos creen que en los Estados Unidos los gestos étnicos
se transmiten a menudo hasta la tercera generación; por ejemplo, los
miembros de una familia del Sur de Italia que han vivido en los Estados
Unidos durante tres generaciones, todavía se mueven con la expansividad
y ampulosidad que es común a los italianos. Teóricamente, el estilo
del movimiento podría persistir para siempre si en cada generación los
niños se educaran dentro del entorno étnico. Un niño criado en los
suburbios y enviado a otro lugar para concurrir al colegio a una
temprana edad, adquiere una forma diferente de moverse.
Albert
Scheflen ha sugerido que algunas veces el estilo del movimiento se
confunde con los rasgos físicos. Cuando decimos que alguien parece
francés o parece judío, lo que queremos expresar es que se mueve con
elegancia como un francés, o tiene movimientos cortos y apresurados
como un judío. Hay personas bilingües que cambian su manera de
gesticular al mismo tiempo que el idioma, como Fiorello La Guardia.
Muchas otras no, y es por ello que solemos encontrar gente que habla
perfectamente el inglés y mantiene movimientos de cinesis claramente
identificables con el iddish; de algún modo su inglés no sonará tan
bueno como realmente es, porque los movimientos que hace no lo acompañan
adecuadamente.
El
estilo de los gestos se comenzó a investigar a comienzos de 1940, a
través de un profundo estudio realizado por David Efron. Efron quería
desmentir las afirmaciones de los científicos nazis acerca de que los
gestos se heredaban a través de la raza. Se dedicó a estudiar a
inmigrantes judíos e italianos en la parte baja del Este de la ciudad
de Nueva York. Es difícil saber si el interés por el tema de la
comunicación no verbal se originó con la publicación de su libro
Gesture and Enviranment, o si los científicos simplemente lo
redescubrieron a comienzos del año 1950, cuando alcanzó verdadero
auge. De cualquier modo, el libro de Efron representa una importante
fuente de información acerca de la historia de la gesticulación, y
además, puede muy bien ser como dijo un investigador, "el trabajo
individual más profundo sobre la cinesis". Efron utilizó en sus
estudios una variada serie de técnicas: sus propias observaciones,
dibujos realizados al natural por un artista, y una serie de películas.
Para analizar los filmes trazó un cuadriculado sobre la pantalla y
realizó mediciones directas sobre la orientación de los gestos.
Para
comenzar descubrió que realmente existen notables diferencias en el
estilo de los gestos, Los judíos mantienen las manos muy próximas al
pecho y al rostro. Los antebrazos contra el cuerpo, de manera que el
movimiento comienza recién en los codos y hacia abajo. Gesticulan
generalmente con una mano: en forma cortante, salpicada y llena de energía
nerviosa. Dos personas que conversan gesticulan simultáneamente y el
que habla puede incluso aproximarse al otro y tomarlo por las solapas.
Los judíos también suelen usar gestos claves para indicar la hora o
sugerir direcciones. Los inmigrantes italianos, por el contrario,
emplean un tipo de gestos más ampulosos; para delinear formas son más
expansivos y simétricos, pues emplean ambas manos. Sus manos se mueven
en todas direcciones, muchas veces más allá del brazo extendido. Los
italianos, por otra parte, son más propensos a tocar su propio cuerpo y
no el de su interlocutor, y sus movimientos están llenos de energía y
fuerza interior, aunque sean suaves y parejos.
Efron
estudió la primera generación de italianos y de judíos y descubrió
que los que mantenían los lazos étnicos tradicionales con sus
respectivas comunidades, retenían el estilo de sus gestos; mientras que
los que se asimilaban a la vida norteamericana comenzaban a perderlos.
Logró distinguir también algunos gestos híbridos que resultan comunes
a todos los estilos. Lo que sí comprobó incuestionablemente, fue que
las formas de gesticulación no se heredan racialmente.
En
1942, en un estudio realizado sobre el trabajo de Efron, Gardner Murphy
hizo especulaciones acerca de las fuerzas que forman el estilo de los
gestos de una cultura. Desarrollando la idea sugerida por Efron, Murphy
escribió: La gesticulación de los italianos parece ser la expresión
de una existencia vivida en aldeas donde el espacio es libre; la
estructura familiar clara y definida, y la conversación se asemeja
mucho en su valor expresivo a la danza o al canto. Por el contrario, los
judíos europeos, constreñidos por condiciones económicas y
persecuciones sociales, realizan gestos de evasión y cuando se ven
forzados a enfrentarse con una dificultad, dirigen su agresión
localizada hacia el objeto más próximo. La vida metropolitana de las
grandes ciudades norteamericanas hace que ambos estilos pierdan cada vez
más su sentido, y resulten más inútiles. No es solamente la imitación
de las normas norteamericanas lo que los modifica; es el papel positivo
de la gesticulación en la vida social que requiere su énfasis.
Los
franceses usan pocos movimientos pero con elegancia y precisión en
estilizadas expresiones de las emociones. No son tan expansivos como los
italianos; tan insistentes como los judíos; tan angulares e incisivos
como los alemanes, ni tan informales como los norteamericanos. Entre los
alemanes, las zonas más expresivas son el rostro y la "región de
la columna vertebral" -refiriéndose a la clásica postura del
soldado- mientras que los movimientos de manos y de brazos, por lo
general se emplean para reforzar una aseveración sobre la que se está
seguro. En Estados Unidos, los gestos carecen del estilo ardiente de los
franceses o de los movimientos interpersonales integrados que se
observan entre los italianos. Más aun, existen notables diferencias de
estilo entre las distintas regiones.
Margaret
Mead en Male and Female destacó estas diferencias. Al comparar a los
Estados Unidos con otras sociedades menos desarrolladas técnicamente y
por lo tanto más homogéneas, donde existe un estilo de movimiento para
cada individuo, escribió sobre los norteamericanos:
Todos
los hombres no cruzan las piernas con la misma masculina seguridad.
Todas las mujeres no caminan con pasos cortos y como a saltitos, ni se
sientan y descansan con los muslos juntos, aun mientras duermen. El
comportamiento de cada norteamericano es de por sí una mezcla, una
versión imperfecta realizada en base al comportamiento de otros que a
su vez tampoco provienen de un modelo único. sino de cientos de
moldes, cada uno diferente, cada uno desarrollado en forma individual y
falto de autenticidad y de la precisión de un estilo de conjunto. La
mano que se extiende para saludar, para enjugar una lágrima o para
sostener a un niño desconocido que ha tropezado no será aceptada
indefectiblemente, y si se la acepta, no lo será en el sentido en que
se ofrece...
El
lenguaje y los gestos de los norteamericanos incluyen la duda, la
posibilidad de no ser comprendidos cuando una relación se profundiza,
la posibilidad de construir un código que sirve para comunicarse en lo
básico, la necesidad de sondear a la otra persona, para encontrar
alguna forma delicada, sobreentendida, imperfecta, de comunicación
inmediata.
De
la misma manera que cada cultura posee su propio estilo de movimientos
característicos, también tiene su repertorio de emblemas. Un
"emblema" es un movimiento corporal que posee un significado
preconcebido, como el gesto de "hacer dedo" en la ruta o el
gesto de cortar la garganta.
Paul
Ekman, en un trabajo paralelo a su investigación sobre la expresión
facial, ha efectuado otra investigación sobre emblemas que resultan
universales a toda la humanidad. Después de trabajar en Japón, en
Argentina y en la tribu Fore de Nueva Guinea, ha encontrado hasta ahora
entre diez y veinte emblemas que posiblemente son universales. Es decir,
que en estas tres culturas totalmente divergentes el mismo movimiento
corporal implica igual mensaje. Puede no ser cierto que todas las
sociedades tengan estos emblemas, pero Ekman considera que si una
cultura posee algunos emblemas para ciertas palabras o frases, serán
sin duda los que él extrajo de sus investigaciones.
Un
claro ejemplo es el del sueño, que se indica inclinando la cabeza y
apoyando la mejilla sobre una mano. Otro es el emblema de estar
satisfecho, que se representa poniendo una mano sobre el estómago,
palmeándolo suavemente o masajeándolo. Ekman piensa que estos gestos
son universales debido a lo limitado de la anatomía humana. Cuando la
musculatura permite realizar una acción en más de una forma, existen
diferencias culturales en los emblemas. Por ejemplo, a pesar de que el
emblema de comer siempre involucra el movimiento de llevarse la mano a
la boca, en Japón, una mano sostiene un tazón imaginario a la altura
del mentón, mientras que la otra lleva una imaginaria comida a la boca;
en Nueva Guinea, en cambio, donde la gente come sentada en el suelo, la
mano se estira a lo largo del brazo, levanta un bocadillo imaginario y
lo lleva a la boca. En la Argentina, el emblema del suicidio consiste en
llevarse la mano en forma de pistola a la sien; en Japón, es la
pantomima de abrirse el vientre mediante el hara-kiri.
Algunas
veces las diferentes culturas emplean los mismos emblemas, pero con un
significado totalmente diferente. Sacar la lengua es considerado una señal
de mala educación, entre nuestros niños, pero en el sur de China
moderna, una rápida exhibición de la lengua significa turbación; en
el Tibet, representa una señal de educada cortesía, y los habitantes
de las islas Marquesas sacan la lengua para negar.
Resulta
obvio que una persona que visita un país extranjero puede encontrarse
ante un problema embarazoso si emplea un emblema que no corresponde a la
cultura local. Por ejemplo un norteamericano que estaba dictando
conferencias en Colombia, les hablaba a sus alumnos acerca de niños de
edad pre-escolar; cuando estiró el brazo con la palma de la mano hacia
abajo para indicar la altura de esos niños, toda la clase comenzó a reír.
Parece ser que en Colombia este gesto se emplea para señalar el tamaño
de los animales pero nunca el del ser humano. Incidentes de este tipo
indujeron a dos jóvenes becados de la Universidad de Colombia, a
escribir lo que probablemente es el primer manual para interpretar
emblemas. A pesar de que algunos profesores de idiomas han señalado que
la gente no espera que los extranjeros hagan gestos perfectos, aun
cuando sean fluidamente bilingües, parece lógico que los estudiantes
traten de aprender aunque sea someramente la parte de la cinesis de una
lengua, al mismo tiempo que aprenden su vocabulario. Es probable que en
el futuro se encare así la enseñanza de los idiomas.
La
gesticulación ha sido estudiada desde un punto de vista totalmente
distinto por los especialistas en cinesis, que ven en ella un elemento
perfectamente delineado dentro de la corriente regular y hasta
repetitiva de los movimientos corporales.
Adam
Kendon realizó un análisis detallado de las gesticulaciones de un
hombre, que fue filmado mientras hablaba a un grupo informal, de
aproximadamente once personas. Con la ayuda de un lingüista, Kendon
dividió la conferencia no en unidades gramaticales sino en sectores fonéticos,
basados en los ritmos y los patrones de entonación del discurso en sí.
Descubrió que esta conferencia de dos minutos podía ser analizada en
tres "párrafos", que contenían entre ellos once "subpárrafos",
los que a su vez estaban formadas por dieciocho locuciones (cada una
representaba grosso modo una oración). Éstas a su vez, podían
subdividirse en cuarenta y ocho frases.
Kendon
realizó a continuación un sorprendente descubrimiento. Cada nivel de
un discurso está acompañado por una norma contrastante de movimiento
corporal, de tal manera que cuando el orador pasa de una frase a la
siguiente o de una oración a otra también varía de un tipo de
movimiento corporal a otro. Durante el primero de los tres párrafos,
por ejemplo, el hombre gesticulaba únicamente con su brazo derecho;
durante el segundo, con el izquierdo, y durante el tercero, con ambos.
Dentro de los subpárrafos podía emplear amplios movimientos de adentro
hacia afuera con todo el brazo durante la primera oración, gestos con
la muñeca sola y los dedos durante el segundo, y luego podría
flexionar el brazo hasta el codo durante el tercero. Lo mismo ocurría a
nivel de las frases.
Kendon
me explicó que el hombre de la película estaba representando mediante
su gesticulación la estructura gramatical de lo que decía. Además,
asociaba en forma regular algunos movimientos con frases o ideas
particulares. En un momento dado, expresó: "Los británicos son
conscientes de sí mismos", mientras mantenía sus manos en el
regazo, los dedos entrecruzados, enfrentando las palmas y los pulgares
hacia arriba. En el siguiente párrafo, volvió a citar la misma idea
pero expresándola de manera diferente; sin embargo, la acompañó con
la misma posición de las manos.
Todo
esto concuerda de manera bastante clara con los descubrimientos de la
cinesis acerca de la postura, en el sentido de que ante cada encuentro
el hombre acomoda su cuerpo mediante una serie de posiciones diferentes.
Adoptará una postura especial para hablar y otra para escuchar, y
algunas veces hará diferencias entre las posturas para hablar. Se
presentará en una forma al interrogar; en otra al dar órdenes; en otra
para dar explicaciones, y así sucesivamente. Mediante el microanálisis
se ha llegado a la conclusión de que los movimientos corporales de un
hombre cambian de dirección, cuando coinciden con los ritmos del
lenguaje, de tal manera que aun a nivel silábico, el cuerpo danzará al
ritmo de las palabras.
Un
problema que interesa actualmente a Kendon es el contexto en el que la
gente gesticula o deja de hacerlo. Notó que el hombre de la película
estaba diciendo su pequeño discurso que probablemente tenía bien
pensado de antemano, y lo pronunció sin dificultades. Como sabía
aproximadamente lo que diría a continuación, el hombre condicionaba
sus gestos, aun cuando no lo hacía conscientemente, con la fluidez de
sus palabras.
También
se realizan gesticulaciones durante discursos que no denotan tanta
seguridad. Kendon observó que cuando una persona se interrumpe en medio
de una frase mientras busca la próxima palabra, trata de representarla
mediante el movimiento de sus manos. Una mujer que decía que "había
traído rodando una mesa con una ah... eh... torta encima", había
realizado en el aire con un dedo un movimiento circular y horizontal con
la forma de una torta, mientras dudaba y decía "ah... eh...".
Kendon sugirió que algunas veces, la gente suele hacer gestos que
indican lo que está por decir. Y agregó:
También
es cierto que si usted le pide a alguien que repita algo que no entendió
claramente, aun cuando anteriormente no haya gesticulado, seguramente lo
hará al repetir la explicación. Los gestos aparecen cuando una persona
tiene más dificultad para expresar lo que quiere decir, o cuando
le cuesta más trabajo hacerse comprender por su interlocutor. Cuanto más
necesita despertar sus sentidos, mayor intensidad da a la expresión
corporal, de tal manera que cada vez gesticula con mayor amplitud.
Esta
explicación está refrendada en un experimento realizado por el psicólogo
Howard Rosenfeld. Descubrió que las personas a las que se les indica
que traten de parecer agradables ante terceros, gesticulan más y también
sonríen más que las que reciben la consigna de no mostrarse demasiado
amistosas.
Cuando
una persona gesticula, se da cuenta sólo periféricamente de que lo
hace. Es más consciente del movimiento de las manos de la otra persona,
pero en general, se fija más en el rostro que en ellas.
Sin
embargo, las manos están maravillosamente articuladas. Se pueden lograr
setecientas mil posiciones diferentes, usando combinaciones de
movimientos del brazo, de la muñeca y de los dedos. El profesor Edward
A. Adams, de la Universidad del Estado de Pensilvania ha notado que:
"Los movimientos de las manos también son económicos, rápidos de
emplear y pueden ejecutarse con mayor velocidad que el lenguaje
hablado." A través de la historia ha habido lenguajes por señales
que realmente reemplazaron a las palabras. Efectivamente, algunos científicos
sugieren que el primitivo lenguaje del hombre era por señas. Aseguran
también que el hombre aprende el lenguaje de los gestos con toda
facilidad. Los niños sordomudos inventan rápidamente su propio sistema
de comunicación si no se les enseña uno preestablecido.
Sin
embargo, en nuestros días hablamos con nuestra lengua más que con
nuestras manos, obviamente es la mejor manera de hacerlo. La voz humana
es capaz de lograr muchos matices ricos y sutiles y la persona que habla
gesticulando con las manos, necesariamente dejará de hacerlo si
necesita emplearlas en otros menesteres. Aun así, la gesticulación
transmite muchas cosas. Sirve de clave a la tensión de un individuo;
puede ayudar a precisar su origen étnico, y representa una manera
directa de expresión de la personalidad.