CÓMO TRATAR CON
PERSONAS DIFÍCILES
Guía
Práctica Basada en las Investigaciones de Ursula Marka
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LOS ATAQUES DE RABIA
Algunas personas tienen por
costumbre tener ataques de rabia Parecen ser incapaces de expresar lo
que sienten sin gritar, vociferar, dar golpes en la mesa, dar portazos
o en algunos casos lanzar por los aires lo primero que cae al alcance
de su mano. Si usted se encuentra en la línea de fuego de dichos
ataques, puede resultar una situación muy difícil de solucionar y,
para las personas sumisas y pasivas, puede ser imposible.
Estas muestras de
violencia indican una pérdida del control por parte del agresor y a la
vez son un signo de inmadurez, sea cual sea su edad.
Quizá de niño
descubrió que cogiendo una pataleta podía manipular a sus padres, y en
la actualidad continúa utilizan do el mismo método. A lo mejor,
procede de una familia en la que imperaba la ley del que más grita o
del que es más molesto. Sea cual fuere la razón original, cualquiera
que habitualmente tenga ataques de rabia será porque ha visto los
resultados desde muy pequeño y por eso ha decidido seguir empleando
este método para conseguir sus fines.
Aunque no se puede
generalizar, alguien que se permite tener ataques de rabia básicamente
se encuentra dentro de una de estas dos categorías:
1. La
persona que siempre está de mal humor, que nunca ha aprendido que es
más fácil conseguir lo que desea siendo asertivo y amable que
intentando forzar a los demás a cooperar.
2. La
persona muy tensa que cuando ha de expresar una emoción es igual de
exagerada. Es probable que no se guste mucho a sí misma cuando pierde
el control, pero no sabe qué hacer para cambiar la situación. Sin
embargo, puesto que también sabe reírse de sí misma una vez se le ha
pasado el enfado, es más fácil tratar con ella que con alguien del
primer grupo.
Si tiene que enfrentarse a
alguien del primer grupo, el de la «pataleta-lanza cosas», el que
siempre está descontento y cuyo humor no suele mejorar, será muy
difícil hacer frente a la situación. Nunca habrá momento para discutir
el problema, porque no estará dispuesto a escuchar nada, especialmente
si puede suponer una crítica de su conducta.
Si hay algo que este tipo de personas no soporta es que alguien
insinúe que puedan estar equivocados o que su conducta no es perfecta.
Sólo es capaz de ver las cosas bajo un punto de vista, ¡el suyo! Como
es natural, éste es otro signo de inmadurez y debilidad, puesto que
una persona fuerte es capaz de reconocer sus defectos En este caso,
tendrá que aceptar que nunca va a cambiarle; por eso, a continuación
tiene unos cuantos métodos de autoprotección que puede emplear:
Procure no tomarse sus
comentarios como algo personal. Dése cuenta de que es tan déspota con
usted como con cualquier otra persona y que no es el único blanco de
sus comentarios. Si puede tener esto presente, con suerte, su conducta
le resultará más llevadera y será más capaz de volver a su sitio a
esperar que pase la tormenta.
.
Tómeselo a broma mentalmente. Ya que se está comportando como un niño,
imagínelo como tal. Mientras vocifera y desvaría, imagine que lleva
los pantalones y la gorra del uniforme escolar o hasta incluso un
pañal. Aunque esto no cambie su conducta, a usted le ayudará a verle
más en el sitio que le corresponde.
. Si le
afecta mucho y no puede hacer nada para aplacar su mal humor, pruebe a
desaparecer de la es cena. No corra a salir de la habitación dando
muestras evidentes de estar afectado; eso no hará más que hacerle
sentir desprecio por su «debilidad» y tendrá una razón más para
gritar. La reacción asertiva sería decir algo como: «Volveré cuando
los ánimos estén más calmados» o «Me resulta muy desagradable
que grites o tires cosas, de modo que te estaría muy agra decido si
dejaras de hacerlo. Mientras tanto, estaré haciendo otras cosas».
Si decir alguna de estas frases le resulta verdaderamente difícil, lo
único que ha de hacer es plantar cara, decir tranquilamente «Lo
siento» y salir de la habitación, si es posible.
Si tiene que tratar con el
segundo tipo de persona, la que es muy exagerada en todas sus
conductas, des cubrirá que en los momentos en que está tranquila es
bastante amistosa. Elija uno de esos momentos y pregúntele si pueden
charlar con calma. Luego puede proseguir explicándole cómo le sientan
sus estallidos de rabia y el efecto que tienen sobre los demás.
Por ejemplo: «Cuando pierdes el control nos pones a todos en una
situación muy difícil. A mí me resulta muy violento, Rally está muy
preocupada y su confianza en sí misma va disminuyendo cada día que
pasa. Por otra parte, también resulta casi imposible comprender lo que
quieres decir, así que tampoco podemos satisfacer tus deseos por más
que queramos hacerlo».
Probablemente descubrirá
que cuando se ve forzado a observar su conducta, este tipo de persona
estará llena de remordimiento. Puede llegar a ser bastante generosa
con sus disculpas y darlas con toda sinceridad. No obstante, si surge
otro problema, como las pataletas, que al igual que muchas otras cosas
son un hábito, es fácil que vuelva a reaccionar de modo semejante en
otra ocasión.
Para evitar que esto suceda, dígale que se da cuenta de que
probablemente pierde los nervios sin ser consciente de ello y que será
una costumbre difícil de romper. Pregúntele si estaría dispuesto a
que usted le ayudara haciéndole una señal cuando empezara de nuevo el
berrinche. Si acepta, acuerden un código entre ustedes.
Si su tipo de relación lo
permite, intente poner un poco de humor a la situación. Una mujer que
asistió a uno de mis seminarios explicó cómo había «curado» a su
supervisor de sus ataques de mal genio. (Hay que tener
en
cuenta que en su oficina reinaba un sistema bastante relajado es
posible que no se pudiera hacer lo mismo en un ambiente más formal.)
La delegada (a quien
llamaré Carolina) acababa de presenciar otra muestra del exaltado
carácter de su supervisor. A los diez minutos ya había pasado todo,
Carolina sostenía una pesada carpeta delante de ella a modo de escudo
y asomó la cabeza por la puerta del despacho de su jefe.
«¿Es seguro entrar
ahora?», preguntó.
El la miró perplejo, puesto
que era una de esas personas cuyo mal carácter desaparece por completo
cuando todo ha pasado. «Bueno -dijo ella-, tenías tal ataque
de rabia que pensaba que aún estarías lanzando cosas. Me he traído la
carpeta para protegerme.»
El supervisor sonrió un
poco forzado. «Supongo que me he puesto como dices -dijo él-.
Pero no te preocupes, ya ha pasado todo.»
Carolina entró en la
habitación. «Si no vas a tirarme el fax por la cabeza, ¿puedo
charlar contigo un momento?»
El asintió con la cabeza y
ella se sentó.
Entonces, con calma pero
con determinación le explicó el efecto que sus ataques de mal genio
tenían sobre ella y sobre las demás personas de la oficina.
Manteniendo su serena actitud, le preguntó si estaba a punto de volver
a gritar, porque de ser así correría a esconderse debajo de su mesa de
despacho. La conversación concluyó en un tono de buen humor por ambas
partes y el supervisor le dijo que en el futuro intentaría dominar su
carácter.
Por supuesto, aun las
mejores intenciones flaquean de tanto en tanto, pero en este caso la
puerta hacia el cambio ya se había abierto.
La próxima vez que Carolina notó que su supervisor se empezaba a
exaltar, cogió una planta que estaba en un pesado macetero y la dio.
«Por si tienes ganas de tirar algo», le dijo ella.
Esto le hizo reaccionar y empezó a reírse de su comportamiento. Él
empezó a decir las cosas con más calma, aunque con firmeza. Con el
tiempo, se enfadaba cada vez menos.
Si usted cree que la figura
de autoridad con la que ha
de tratar respondería a un poco de broma, esto a menudo es una forma
muy eficaz de disolver situaciones potencialmente explosivas.
EL
SILENCIO
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