COMUNICARSE CON EFICACIA
Si
queremos relacionarnos con los demás, es esencial que nos comuniquemos
con claridad y eficacia, tanto en los negocios como en la vida privada. De
hecho, la mala comunicación puede convertir en personas difíciles a las
que no lo son y, por supuesto, con seguir que las que ya lo son empeoren.
Por
«comunicación» quiero decir el modo en que hablamos y escuchamos a los
demás. Cuando se pregunta a las personas si prefieren la comunicación
verbal a la escrita, la mayoría prefieren la primera, especialmente en lo
que concierne a los sentimientos o cuando se trata de dar instrucciones.
Puesto que existe una interacción con la otra persona, tenemos la
oportunidad de comentar cualquier punto que no quede claro. Se pueden
hacer preguntas importantes o pedir que se repita algo que no se ha
entendido bien. Si una explicación oral puede ir acompañada una
demostración práctica, tanto mejor.
También
puede ser una buena fórmula acompañar una explicación verbal de
instrucciones escritas; de este modo, el receptor tiene algo a lo que
remitir- se si surge algún problema. Sin embargo, la comunicación
escrita por sí sola no basta, puesto que muchas personas leen las cosas
de modo superficial y no estudian realmente el documento. Es decir, lo
hojean, buscan las palabras clave, pero posiblemente pasan por alto
algunos de los puntos más importantes, que pueden ser los que
verdaderamente marquen la diferencia a la hora de reaccionar ante el
documento.
En
las reuniones formales siempre es mejor pedir informes verbales. Los
papeles pasan de una persona a otra, rara vez se leen y casi nunca se
estudian.
La
comunicación verbal es un proceso interactivo que requiere dos talentos básicos:
transmitir información y obtener una respuesta. No basta con decir lo que
se quiere y marcharse dando por hecho que se ha comprendido y digerido
bien. Insistir en una respuesta del oyente le confirmará que la información
se ha recibido y comprendido correctamente.
Recuerde
el juego que muchos de nosotros jugábamos de pequeños; se le daban
varios nombres pero el más popular era el «juego de los disparates».
Varios participantes están de pie en una cola y el primero susurra una
frase al oído de su compañero. Éste susurrará a quien tiene más cerca
lo que cree haber oído y así hasta llegar al último de la fila. Cuando
el último ha recibido el mensaje, lo repite en voz alta. No recuerdo un
solo caso en que la frase final fuera idéntica a la primera.
Este
juego puede resultar divertido para los niños, pero si usted es un
director que está dando instrucciones a su personal (se supone que desea
se pongan en práctica) y especialmente si le pide a alguien que se
responsabilice de comunicar a los demás, puede que no resulte tan
gracioso descubrir que se han tergiversado por el camino. Son varias las
causas que pueden provocar un malentendido o la ruptura de la comunicación.
Por supuesto, el problema puede venir de la misma persona que da la
información; quizá no ha vocalizado bien, ha hablado en jerga o tiene un
acento que al receptor le cuesta entender. O tal vez el receptor está
nervioso o distraído por algún motivo.
Si
A desea comunicar algo a B, hay varios elementos que forman parte del
proceso:
.
Lo que A cree que dice.
.
Lo que A dice realmente.
.
Lo que B cree que ha escuchado.
.
Lo que B ha oído realmente.
.
Lo que B responde realmente.
.
Lo que A cree que ha oído decir a B.
Puesto
que en cualquiera de las etapas menciona das puede haber una ruptura, el
margen de posibles malentendidos es enorme, hasta en las comunicaciones más
simples. De cada uno de nosotros depende hacer todo lo posible para
perfeccionar nuestra forma de transmitir y nuestras técnicas de escuchar.
No obstante, aunque no seamos tan perfectos como desearíamos, provocar
una respuesta en el oyente puede ayudarnos a descubrir aquello que no se
ha en tendido y a corregirlo (con más preguntas y respuestas que
demuestren que en verdad se ha entendido), antes de que se convierta en un
obstáculo que nos hará malgastar tiempo y esfuerzos y perder la
paciencia.
DECIR NO II