FRAGMENTOS DE
"LA
EXPRESIÓN DE
LAS EMOCIONES
EN
EL HOMBRE
Y LOS ANIMALES" (I)
Charles Darwin
La libre expresión de una emoción cualquiera, por señales
exteriores, la hace más intensa. Inversamente, los
esfuerzos que se hacen para reprimir toda manifestación
exterior moderan la emoción misma. El furor aumenta
visiblemente en el hombre que se deja llevar por la violencia.
El hombre que no ejerce influencia sobre los síntomas del
temor siente un espanto mayor todavía. El que bajo el golpe
de un gran dolor queda inerte pierde la mejor probabilidad de
poder obrar contra él.
Estos resultados provienen, en
parte, de la relación íntima que existe entre casi todas
las emociones y su manifestación exterior, en parte, de la
influencia directa del esfuerzo muscular sobre el corazón y,
por consiguiente, sobre el cerebro. El simple acto de simular
una emoción tiende a hacerla nacer en el espíritu.
Shakespeare,
a quien su maravilloso conocimiento del alma humana debió
hacer excelente juez en la materia, dice algo por el estilo en
la escena segunda del acto II de su HAMLET.
LA ANTÍTESIS Y LA
EXPRESIÓN
DE LAS EMOCIONES
Daré un ejemplo del papel que la
antítesis desempeña en la expresión. Poseí en otro tiempo un
perro que, como todos los perros, gustaba mucho de pasear.
Expresaba su placer trotando gravemente delante de mí, con paso
mesurado, muy alta la cabeza, las orejas un poco levantadas y la
cola en el aire, pero no rígida. No lejos de mi casa, a la
derecha, hay un sendero que conduce al invernáculo. Tenía yo
la costumbre de ir a éste con frecuencia para dar un vistazo a
mis plantas de estudio, y esto era para mi perro motivo de gran
confusión, porque no sabía si yo continuaría con mi paseo.
Era risible ver el cambio de expresión súbito y radical que se producía en él en cuanto me apartaba lo más mínimo
del sendero, cosa que yo hacía muchas veces únicamente por
observarle.
DOS
TIPOS DE AMOR
El
amor recíproco de ambos sexos no se asemeja en nada al amor
maternal. Cuando dos amantes están en presencia uno de otro
su corazón late. Rápidamente su respiración se acelera, su
rostro enrojece. Es que ese amor no es inexpresivo, como el de
la madre por su hijo.
HINCHAZÓN
DEL CUERPO Y OTROS MEDIOS DE PRODUCIR TEMOR EN EL ENEMIGO
Ciertos
anfibios y ciertos reptiles que no poseen espinas que erizan ni
músculos para producir este movimiento, hinchan su cuerpo
inspirando aire, bajo la influencia del miedo o de la cólera.
Es este un fenómeno bien conocido en los sapos y las ranas.
¿Quién
no se acuerda del ruin animalejo puesto en escena por Esopo en
su fábula titulada 'EL BUEY Y LA RANA', y que por envidia
y vanidad tanto llegó a hincharse que reventó? La
observación de este hecho debe remontarse a la época más
lejana.
Dejándonos
guiar por la analogía admitiremos que el objeto primitivo de
esta hinchazón fue probablemente dar al cuerpo un aspecto
tan imponente y tan terrible como fuera posible, enfrente del
enemigo. Sin embargo, resulta de él otra ventaja, más
importante tal vez. Cuando una rana es atrapada por una
serpiente, su principal enemigo, se hincha de un modo
prodigioso. Si la serpiente es pequeña, no puede tragarse la
rana, que de este modo escapa al peligro de ser devorada.
ABATIMIENTO- ANSIEDAD- PENA-
DESALIENTO - DESESPERACIÓN
Después
de una violenta crisis de sufrimiento moral y cuando la causa de
este sufrimiento subsiste aún, caemos en un estado de
abatimiento. El sufrimiento físico prolongado, cuando no
llega a la intensidad de una tortura extrema, ocasiona
generalmente este mismo estado de espíritu. Cuando esperamos
un dolor, estamos inquietos, cuando no tenemos la menor
confianza en el alivio, caemos en la desesperación.
CAÍDA DE LOS EXTREMOS DE LA BOCA
La
caída o descenso de los lados de la boca es producida por los DEPRESORES
ANGULI ORIS -triangulares de la barba-. Las fibras de
este músculo divergen hacia la parte inferior, sus extremidades
superiores convergentes se unen a las comisuras, y en una pequeña
extensión a la parte externa del labio inferior. Algunas de
estas fibras parecen ser antagonistas de la del gran zigomático
y de los diversos músculos que se unen a la parte externa del
labio superior. La contracción del triangular atrae hacia abajo
y hacia fuera los extremos de la boca, arrastrando la parte
externa del labio superior, y hasta, en débil grado, las alas
de la nariz. Cuando, cerrada la boca, este músculo entra en
acción, la línea de unión de los dos labios forma una curva
de concavidad inferior, y los mismos labios son ligeramente
impulsados hacia delante, sobre todo el de abajo.
La
expresión de la pena o el abatimiento, debida a la contracción
de los triangulares, ha sido señalada por todos los que se
ocupan de estas cuestiones.
En inglés, decir que un individuo tiene la boca baja,
equivale a decir que está de mal humor.
ALEGRIA - AMOR -
SENTIMIENTOS TIERNOS - PIEDAD
Una
alegría muy intensa provoca diversos movimientos sin objeto.
Se baila, se palmotea, se golpea el suelo con el pie, etc. A la
vez se ríe sonoramente. Que es lo que se observa en los niños
que ríen sin cesar cuando juegan. En la juventud, la alegría
se manifiesta asimismo muchas veces por carcajadas a propósito
de nada. Homero llama a la risa de los dioses 'la
exuberancia de su alegría celestial a consecuencia de su
banquete cotidiano'.
Se
sonríe -y se verá que de la sonrisa se pasa gradualmente a
la risa- cuando se encuentra un antiguo amigo en la calle.
Se sonríe también bajo la influencia del más ligero placer,
por ejemplo, cuando se olfatea un perfume suave.
BUEN HUMOR - ALEGRÍA
Un
hombre de buen humor tiende, por lo general, sin sonreír
precisamente, a retraer los extremos de la boca. La
excitación del placer acelera la circulación. Los ojos se
tornan más brillantes, el rostro más colorido. El cerebro,
estimulado por un flujo sanguíneo más que abundante, obra
sobre las facultades intelectuales. Risueñas ideas traviesan el
espíritu con rapidez, los sentimientos afectuosos se tornan más
expansivos.
He
oído a un niño al cual se preguntara qué significaba 'estar
de bueno humor', responder: 'Es reír, hablar,
abrazar, respondió'. Difícil sería encontrar una
definición más exacta y más práctica.
En
esta situación de espíritu el hombre está erguido, alza la
cabeza y los ojos abiertos de par en par. No hay ni abatimiento
de las facciones ni contracción de las cejas. Contrariamente,
según una observación de Moreau, el músculo frontal tiende
a contraerse un poco. Esta contracción alisa la frente,
arque aun poco las cejas y levanta los párpados. De ahí la
frase latina EXPORRIGERE FRONTEM -desarrugar las cejas-
que significa estar alegre o de buen humor. Según Bell, 'en
todas las emociones alegres, las cejas, los párpados, las
ventanas de la nariz y los ángulos de la boca son levantados,
al contrario de lo que ocurre en las acciones deprimentes'.
Bajo
la influencia de estas últimas, la frente se deprime, los párpados,
las mejillas, la boca y la cabeza entera bajan, los ojos no
tienen brillo, la tez se muestra pálida y la respiración
lenta. El rostro se ensancha en la alegría y se alarga en la
pena. No quiero, a pesar de esto, afirmar que el principio
de la antítesis haya desempeñado papel alguno en la adquisición
de estas expresiones opuestas, de concierto con las causas
directas de que hablé en otro lugar y que son suficientemente
evidentes. En todas las razas humanas, la expresión del buen
humor parece ser la misma y se reconoce fácilmente, qué es lo
que resulta de las cartas que me han sido enviadas en contestación
a mis preguntas, de las diversas partes del antiguo y del nuevo
mundo.
Con
frecuencia se ha recurrido a una risa forzada para disimular
cualquier estado de espíritu. Ciertas personas se suelen
servir de ella para ocultar su vergüenza o su timidez. Cuando
se fruncen los labios como para prevenir una sonrisa, cuando
nada hay que pueda excitarla o impedir que el hombre se abandone
a ella libremente, resulta una expresión afectada, solemne
o pedante. Inútil es que nos extendamos acerca de estas
expresiones híbridas. La risa o la sonrisa burda, sea real o
forzada, suele ir unida a la expresión especial del desdén,
que se puede transformar en cólera despreciativa o en simple
desprecio. En tales circunstancias la risa o sonrisa están
destinadas a demostrar al que las provoca que no logra
divertirnos.
EXPRESIÓN DEL AMOR - SENTIMIENTOS TIERNOS
Aun
cuando la emoción del amor, por ejemplo, la del amor de una
madre por su hijo, sea una de las más poderosas que el corazón
sea capaz de sentir, difícil es averiguarle un medio propio
o especial de expresión. Este hecho se explica porque ese
sentimiento no provoca generalmente actos de una naturaleza
particular y determinada. El afecto, que es un sentimiento
agradable, se manifiesta ordinariamente por una débil
sonrisa y por un ligero aumento del brillo de los ojos. Se
siente vivamente el deseo del contacto de la persona amada. Este
es el medio expresivo más completo del amor. Por ello es
que anhelamos estrechar entre nuestros brazos a los seres a
quienes queremos tiernamente. Tal vez sea debido este deseo a la
costumbre hereditaria, asociándose a los efectos del
amamantamiento y de los cuidados que damos a nuestros hijos, así
como a la influencia de las caricias naturales de los amantes.
En
los animales vemos también el placer derivado del contacto
asociarse al afecto y servirle de medio expresivo. Los
perros y los gatos experimentan manifiestamente el placer frotándose
contra su amo o al ser frotados o golpeados amistosamente por la
mano de éste.
Los
sentimientos que se califican de tiernos son difíciles de
analizar. Parecen compuestos de afecto, de gozo y
especialmente de simpatía. Son en sí mismos de naturaleza
agradable, si se exceptúa la piedad, cuando se sale de ciertos
límites, y es reemplazada, por ejemplo, por el horror que se
experimenta al oír el relato de las torturas infligidas a un
hombre o a un animal. Un hecho digno de ser tenido en cuenta
es que dichos sentimientos provocan muy fácilmente la efusión
de lágrimas. No es raro ver a un padre y un hijo llorar al
encontrarse después de larga separación, sobre todo si su
encuentro tiene lugar de un modo inesperado. Se ha comprobado
que un placer muy vivo tiende por sí solo a obrar sobre las glándulas
lagrimales. También es probable que, en circunstancias
semejantes a aquellas de que acabamos de hablar, pasa por el
cerebro del padre y del hijo como una idea vaga del dolor que
hubieran experimentado si nunca se hubiesen vuelto a ver. Este
pensamiento triste activa naturalmente la secreción de lágrimas.
Cuando
expresamos nuestra piedad por la pena de un amigo, nuestros
ojos se suelen humedecer de lágrimas. Se explica
habitualmente el sentimiento de la simpatía, suponiendo que, al
ver u oír a otro, la idea del sufrimiento se apodera
bastante fuertemente de nuestro espíritu para hacernos sufrir a
nosotros mismos.
Pero
esta explicación no me parece suficiente, porque no da cuenta
del lazo íntimo que une la simpatía y el afecto. Simpatizamos,
sin duda alguna, mucho más vivamente con una persona amada
que con otra indiferente, y apreciamos también mucho más
los sentimientos de simpatía que nos vienen de un amigo. No
obstante, podemos, desde luego, compadecer al desgraciado por
quien no sentimos afecto.
Hemos
visto por qué el sufrimiento, en el instante en que lo
experimentamos, provoca el llanto. Pues bien: la expresión
natural y universal del placer, y, en todas las razas humanas,
la risa loca, excita la secreción lagrimal más enérgicamente
que toda otra causa, exceptuando el sufrimiento. Me parece
que, si el placer humedece los ojos de lágrimas aun cuando la
risa no existe, este fenómeno puede ser explicado, en virtud de
la costumbre y de la asociación, exactamente como hemos
explicado la efusión de lágrimas bajo la influencia de la
pena, aun en el caso de no haber gritos. Es muy notable que
la simpatía por los dolores de los otros provoque las lágrimas
en más abundancia que nuestros propios dolores.
Es
éste un hecho del cual no cabe duda. ¿Quién no vio a un
hombre, en cuyos ojos sus propios sufrimientos no dejaban ver
una lágrima, llorar al enterarse de los sufrimientos de un
amigo querido? Cosa aún más notable es la simpatía que
provoca la dicha o la buena fortuna de aquellos a quienes
queremos tiernamente, incita nuestras lágrimas mientras que
una dicha semejante deja secos nuestros ojos, cuando nos
interesa a nosotros mismos. Se podría suponer que si
podemos, gracias a una costumbre tiempo atrás inveterada,
resistir eficazmente al llanto bajo la influencia del poder físico,
este poder de represión nunca fue puesto en juego para impedir
la ligera efusión de lágrimas que provoca la simpatía por la
desgracia o la dicha de otro.
LA
EXPRESIÓN DE LAS EMOCIONES
EN EL HOMBRE
Y LOS ANIMALES (II)
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