EMOCIONES,
SENTIDOS Y PENSAMIENTOS
Existen
pocas dudas de que la cognición produce la emoción. Imagínate
algo agradable y sentirás alegría; imagínate cómo sería el olor
si vivieras al lado del vertedero municipal y sentirás asco. Del
mismo modo, existen pocas dudas de que los procesos sensoriales
afectan los sistemas biológicos y producen la emoción. Si entras
en una habitación caliente en un día helado o hueles el aroma de pan
recién hecho entonces sentirás alegría e interés. Por lo tanto, se
puede concluir con seguridad que la emoción puede ser generada tanto
por los sentimientos como por los sentidos.
Russel y Woudzia (1986), reconociendo que las emociones pueden ser
generadas tanto por el pensamiento como por los sentidos, presentan
una tercera solución para intentar resolver el debate cognición
contra biología. Cuando un estímulo produce sensaciones (no
pensamientos) entonces la emoción dependerá únicamente de las
sensaciones (incluyendo procesos sensoriales, humores y drogas).
Cuando no se produce ninguna sensación (cuando el estímulo es un
pensamiento) entonces la emoción dependerá únicamente de los
procesos cognitivos. En la gran mayoría de los casos, es decir,
aquellos en los que un estímulo provoca actividad tanto sensorial
como cognitiva, la solución al debate depende únicamente de la
perspectiva que se tome.
MIEDO
El
miedo se activa por la percepción de daño o peligro. La naturaleza
del daño o peligro percibido puede ser física o psicológica,
por lo que las amenazas y peligros a nuestro bienestar tanto físico
como psicológico activan el miedo. El dolor ejemplifica el daño físico
producido por quemaduras, heridas y enfermedades, mientras que los
insultos a nuestra autoestima o ala amenaza de pérdida de una amistad
son ejemplos de daño psicológico. Muchas veces, la percepción de
que un objeto ambiental es peligroso se adquiere por medio del
condicionamiento clásico, en el cual los estímulos que se
asocian repetidamente al daño real (dolor, heridas) terminan por elicitar una respuesta condicionada, que es el
miedo.
En
la literatura clínica abundan ejemplos de personas que han aprendido
que los gatos (ailurofobia), las alturas (acrofobia), la oscuridad
(nyctofobia), etc., son señales de peligro y daño posible. La
experiencia cotidiana está también llenas de peligros, como es el
caso del tráfico, los dentistas y los exámenes. El miedo es una
advertencia emocional de que se aproxima un daño físico o psicológico.
El
miedo confiere a las personas una sensación de tensión nerviosa que
les permite protegerse o desarrollar lo que en términos de Magda
Arnold sería una 'tendencia a la acción evitativa'. La
motivación de protección se manifiesta típicamente mediante la
huida y retirada frente al objeto(s) o mediante respuestas de
afrontamiento que nos permiten encarnarnos con el objeto temido. Si
la huida no es posible, o quizá no es deseada, entonces el miedo
motiva a la persona a afrontar los peligros.
A
nivel ya más positivo, el miedo facilita el aprendizaje de nuevas
respuestas que apartan a la persona del peligro. Hay pocos
conductores que conduzcan por la autopista en medio de una tormenta de
lluvia a los que se les tenga que recordar que presten atención a la
calzada mojada (el miedo activa esfuerzos de afrontamiento) y los
conductores con experiencia se enfrentan mucho mejor a este tipo de
peligros que los conductores novatos (el miedo facilita el
aprendizaje de una respuesta de afrontamiento). Por lo tanto, el miedo
activa los esfuerzos de afrontamiento y facilita el aprendizaje de las
habilidades de afrontamiento.
RABIA
La
rabia es la emoción más 'caliente' y pasional. La rabia puede
ser activada de diversas maneras, pero su antecedente principal es el
control, sea físico o psicológico. El control físico sería,
por ejemplo, que alguien te retuviera en contra de tu voluntad tras
unos barrotes. El control psicológico se manifiesta mediante las
reglas, las normas o nuestras propias limitaciones. La rabia también
la activa la frustración que produce la interrupción de la
conducta dirigida hacia una meta (por ejemplo, el coche no arranca
y tu meta es ir en coche del trabajo). Uno sólo tiene que pensar en
la última vez que metió dinero en una máquina de refrescos sin que saliera nada para poder apreciar
cómo la frustración puede activar la rabia. El ser herido, engañado
o traicionado también puede activar la rabia.
A
nivel neurológico, la rabia es una emoción de alta densidad que se
caracteriza por una tasa persistentemente alta de descarga neuronal.
La inhabilidad de resolver un problema difícil a pesar del esfuerzo
cognitivo sostenido pronto altera a la persona y se torna en rabia. A
veces a las personas 'se les cruzan los cables' y
empiezan a comportarse de una manera violenta y descontrolada. A las
personas se les suelen 'cruzar los cables' (gritar,
lanzar maldiciones, tirar cosas contra la pared) cuando no encuentran
una manera de reducir la tasa de descarga neuronal. La sensación de
rabia continúa hasta que la persona logra encontrar una manera de
reducir la alta densidad de su descarga neuronal (por ejemplo, Tomkins,
1963).
La
rabia es también la emoción potencialmente más peligrosa ya
que su propósito funcional es el de destruir las barreras en el
ambiente (Plutchik, 1980). A veces la rabia provoca destrucción
y daños innecesarios como cuando empujamos un niño, insultamos a un
compañero de equipo o le damos patadas a una puerta cerrada. En otras
ocasiones, sin embargo, se puede decir que la rabia resulta altamente
productiva como cuando energiza los intentos de recuperar el
control perdido sobre el ambiente, que al final se recupera.
Asimismo, desde una perspectiva evolutiva, la rabia moviliza la
energía hacia la auto-defensa, una defensa caracterizada por el
vigor, la fuerza y la resistencia. Por esta razón, la rabia puede
considerarse una navaja de doble filo.
ASCO
El
asco es, relativamente hablando, una emoción compleja. El asco
implica una respuesta de huida o de rechazo ante un objeto
deteriorado o pasado. Acontecimientos físicos como comida u
olores corporales, contaminación y sabores amargos y acontecimientos
psicológicos como chistes de mal gusto y los valores morales
repugnantes activan impulsos de repudio y la emoción de asco.
Imagina tu reacción emocional al ver una herida sangrienta, oler leche pasada o al probar un limón
amargo y te será fácil comprender lo que activa el asco.
El
significado funcional del asco es el rechazo, la persona asqueada es
una persona dispuesta a eliminar y apartar objetos impresentables o
poco higiénicos, la persona asqueada también está dispuesta a
cambiar sus costumbres y hábitos personales si es que se da el caso
de que la fuente de su asco se encuentra entre sus hábitos y
aptitudes personales. Por lo tanto, el asco es una emoción que
mantiene y promueve la salud. La expulsión de bebidas y comidas
deterioradas conserva nuestro bienestar corporal mientras que la
exclusión de pensamientos deteriorados y valores conserva nuestro
bienestar psicológico.
La anticipación de una sensación de asco además anima a la
persona a conservar un entorno sanitario: limpiar los platos, los
dientes, ducharse.
La
anticipación de asco también inhibe el deterioro físico y psicológico, como en el caso en que una persona empieza a hacer ejercicio para
librarse de un cuerpo en baja forma y 'asqueroso'.
ANGUSTIA
La
angustia es la emoción más negativa y aversiva. Los dos activadores
principales de la angustia son la separación y el fracaso.
La separación, la pérdida de un ser querido por causa de muerte,
divorcio, circunstancias (por ejemplo, un viaje) o una discusión es
angustiante. Las personas también pueden ser separadas de un trabajo,
posición o estatus que valoran. El fracaso también activa la
angustia como cuando se reprueba un examen, se pierde un concurso o se
sufre un rechazo amoroso. El fracaso provocado por circunstancias
fuera del control de la voluntad propia también pueden causar
angustia, como sería el caso de la guerra, la enfermedad, los
accidentes y la recesión económica (Izard, 1977). Finalmente, el dolor activa la angustia, como en el caso del exceso de
temperatura o ruido.
A
nivel neurológico, la angustia implica una tasa de descarga
neuronal sostenida moderadamente alta. La activación neurológica
de la angustia se distingue de la de la ansiedad en cuanto a la
intensidad de la estimulación neurológica sostenida. En comparación
con el funcionamiento habitual, sin embargo, la densidad neurológica
de la angustia es relativamente alta.
La
angustia motiva a la persona a realizar cualquier conducta
necesaria para aliviar las circunstancias que la han provocado.
Dicho de otra manera, la angustia motiva a la persona a hacer que el
ambiente vuelva al estado en que estaba antes de producirse la
angustia. Ante la
angustia que le provoca una derrota reciente, el atleta entrena
para recuperar su confianza. Ante la angustia de una separación, el
amante rechazado se disculpa, manda flores o llama para intentar
recuperar la relación rota. Desgraciadamente, muchas veces se da
el caso de que no es posible devolver la separación o el fracaso a su
estado anterior. Bajo tales circunstancias, la angustia persiste. La
angustia persistente conduce a la aflicción. La muerte de un ser
querido, por ejemplo, antecede muchas veces a la aflicción. La
angustia persistente también conduce a la más aversiva de las
experiencias humanas, la depresión.
Si
se evalúa la angustia de una manera más positiva, se pueden apreciar
sus aspectos positivos. La angustia facilita la cohesión de los
grupos sociales (Averill, 1968). Dado que el ser separado
de los otros causa angustia y que es una sensación tan desagradable, anticiparla
motiva a las personas a seguir cohesionadas con sus seres queridos (Averill, 1979). Si las personas no echaran de menos a los demás,
entonces no estarían tan motivadas hacia la cohesión social. De
manera parecida, si el estudiante o el atleta no anticiparan la
posibilidad de la angustia que provoca el fracaso, entonces estarían
menos motivados a prepararse y entrenar.
ALEGRÍA
De
acuerdo con Tomkins, la alegría se activa neurológicamente
mediante un fuerte descenso de descarga neuronal. El alivio del dolor
físico, de los problemas, resolver un problema difícil y ganar un
concurso que provoca ansiedad son ejemplos de un patrón
descendiente de la activación neurológica de la alegría. Además
del alivio derivado del logro de metas, la alegría también la
activan los acontecimientos positivos, como por ejemplo una cita, además
de las sensaciones placenteras, como el ser acariciado (Ekman y Friesen, 1975). Un tercer tipo de activación de la alegría se
deriva de aquellos acontecimientos que confirman el concepto de
auto-valía de la persona. Si a una persona se le invita a entrar en
una organización prestigiosa, se le hacen cumplidos, se le alaba o le
gusta a otra persona, entonces se activa la alegría.
El
significado funcional de la alegría es doble. Por una parte, la alegría
es una sensación positiva derivada de una sensación de satisfacción
y triunfo. Al ser una sensación intrínsecamente positiva, la
alegría hace que la vida resulte agradable. Lo agradable de la
alegría, por lo tanto, contrarresta las experiencias vitales
inevitables de frustración, decepción y afecto negativo en general.
La alegría facilita también la voluntad de las personas de
participar en actividades sociales. Hay pocos estímulos tan
potentes y gratificantes como la sonrisa humana. Por lo tanto, la
alegría expresada es un pegamento social que establece uniones como
las de madre-hijo, amantes, compañeros de trabajo y compañeros de
equipo.
INTERÉS
El
interés es la emoción que más presente está en el funcionamiento día
a día de las personas. En la consciencia hay siempre presente algún
nivel de interés suponiendo que la persona se encuentra libre de
pulsiones (por ejemplo, hambre) u otra emoción fuerte (por ejemplo,
rabia-furia). A nivel neurológico, el interés implica un leve
incremento en la tasa de descarga neuronal. Los acontecimientos
ambientales (por ejemplo, el cambio, la novedad, el desafío) los
pensamientos (por ejemplo, de aprender, lograr cosas) y los actos de
descubrimiento inician un incremento de la actividad neuronal y
activan el interés. Por ser tan corriente, los incrementos y
bajadas de interés suelen implicar el cambio del foco de interés de
un acontecimiento, pensamiento u acción a otro. Dicho de otro modo,
no es que se pierda el interés sino que está siendo siempre
redirigido de un objeto o acontecimiento a otro.
El
interés motiva las conductas de exploración, tanto ambientales como
epistémicas (Berlyne, 1960). Quizá si las personas vivieran
en un mundo monótono que no cambiara nunca, no haría falta la
emoción de interés. Las personas y los animales, sin embargo,
viven en un mundo lleno de novedad y cambio. El cambio provoca la
curiosidad y produce interés, lo que a su vez invita a la persona
a que explore, investigue y manipule el ambiente. El interés es lo
que hace que la persona desee explorar dándole la vuelta a las cosas,
mirándola de arriba abajo y de dentro para fuera. El interés subyace
también nuestro deseo de ser creativos, de aprender y desarrollar
nuestras competencias y habilidades. Resulta difícil aprender un
idioma extranjero, por ejemplo, sin el apoyo emocional que
supone el interés.
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